domingo, 29 de julio de 2007

eternas marionetas mortales



Un chico de papel
levantó su diestra mano,
su mismo antebrazo,
su brazo todo.

Inclinó su torso,
saludó sin saberlo.
No escuchó los mil aplausos,
la chica de papel.

Nunca se conocieron,
pero un tercero los presentó.
Papel que voló al recuerdo,
títere atado a su condición.

Descansaron juntos por siempre,
escondidos en un cajón.
La familia del tercero no quiso
mover los hilos que otro,
supo hilvanar mejor.



martes, 24 de julio de 2007

Aprendan de la cigüeña

Hecha bolita sobre alguna frazada
(vestida siempre),
tus puños abiertos,
tu pelo lacio.
Tus ojos abiertos sin esfuerzo,
sin parpadear.
Así es, todos los cíclopes dicen que quien no se esfuerza no parpadea.
Y luego callan, mueren todos igual los cíclopes.

Luego, yo creo que estaba a tu lado.
O vos al mío, los cíclopes no refieren al respecto, aunque bien lo saben. Creo que yo al lado tuyo.

Pero la foto de mi pose inmóvil y dura me la tomaste sentado. Y mis puños se ven cerrados, mi lacio pelo se había enrulado. Y ¡la puta madre! Sí, así es, los cíclopes refieren: la alta temperatura corporal modifica momentáneamente un gen que eriza el pelo y luego lo enrula.

Pero antes de teorizar sobre la situación de un hombre sentado al lado de una mujer suave, los cíclopes mueren. Y vos eras cíclope.
Por eso sufrí. Y por eso moriste.
Confirmado, yo estaba a tu lado.

lunes, 16 de julio de 2007

De la naturaleza de una mente

Corrección a la edición del miércoles 4 de julio de 2007: el autor ha hecho modificar a su tecladista (de letras) la errata de la palabra basto por vasto.
A raíz de lo cual el autor ha optado por la digitalización de sus huellas sobre el negro abecedario.
Inmediata consecuencia: no asesinar sobre el teclado.

Perdón.
Suena el teléfono,
la impro no debe cortarse
de esta manera es inevitable.

sábado, 14 de julio de 2007

Fin del cuento: poesía

Segregó ese hilo más transparente
que lo invisible,
lloró ser viuda con más lágrimas
que penas y glorias.

La vi negra y me puse blanco
pero hay ocasiones en las que el color no importa.
Colgó a media altura, tenía la hoz
con el martillo sentenciaba el caso.

Empezó a columpiarse largo,
sobran bichos que amenazan.
Me arrinconó contra las cuerdas
fui un puching ball intocable.

En su mapa fui un playmóvil
de facciones invisibles.
En su tela fui Saddam,
sin fronteras, muy global.

miércoles, 4 de julio de 2007

Cuento a destiempo


Fue un sueño breve que duró nueve meses. Una sacrificada vida nómada encontró en el embarazo, por primera vez en treinta y cinco años, el sedentarismo y la paz. El padre quedó en alguna parcela del basto territorio de arado que tienen las tierras argentinas. Nunca supo del nacimiento de ninguno de sus hijos y no constituyó la excepción el espantoso asomo de Álvaro fuera del vientre materno. Delegó, sin saberlo, todo sufrimiento y preocupación en la madre, humilde campesina acostumbrada a trabajar de rodillas.

El niño salió envuelto en un color marrón seco, bastante sólido, entremezclándose a su vez con un amarillo más líquido. Ambas sustancias poseían un olor particular que nadie demoró en reconocer. Los parteros intentaron comenzar, entre ellos, una humorada con frases vulgares del estilo “qué bebé de mierda”. Pero debieron callar al unísono cuando descubrieron la porción de materia que ocultaba las blancas fauces de Álvaro.

El diagnóstico inmediato presentaba un cuadro de retraso evidenciado por su mirada perdida y por su boca abierta, inexpresiva, sin otro futuro que el de tragar aire sin intención de ello, pero que exceptuaba al órgano nasal de tan asfixiante misión. Los ojos posados en algún lugar no muy lejano a las dos hortensias que decoraban la sala y los dientes, amarillentos como si hubiera fumado cigarro durante toda su vida, hundían al recién llegado en la humildad de la manifestación de su figura.